Observo desde el interior de la tierra como el sol se hunde en el mar y parece que el agua hierve con sus últimos rayos. Descubro que el relieve que forma la entrada de la gruta es el mapa de áfrica invertido. Estamos en Tánger. Se respira África.
Justo al pedazo de mar que se extiende a mis pies llegó Hércules tras un largo viaje. Volvía de robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, acalorado y cansado, y quiso refrescarse en este rincón del océano atlántico.
Poco duró es descanso del guerrero, porque apareció un temible gigante llamado Anteo, que desafiaba y asesinaba a todo aquél que atravesaba sus dominios, porque había hecho el macabro voto de construir un templo a Poseidón con cráneos humanos.
De este modo retó también a Hércules, quien consiguió derribarlo tres veces, pero en vano, pues su madre, la Tierra, reanimaba sus fuerzas cada vez que el gigante caía sobre ella. Hércules no tardó en percatarse, y levantándolo en el aire para impedirle recibir el aliento de su madre, logró asfixiarlo.
Hércules siguió disfrutando de su baño hasta que escuchó a una mujer llorar lastimeramente. Era Tinga, esposa de Anteo, quien entre lágrimas le preguntó si había visto a su marido, a lo que el héroe contestó que sí, que había luchado con él y que había ganado limpiamente.
Hércules no tardó en enamorarse de la belleza de Tinga, y la solicitó en matrimonio. Ella le respondió que sí, pero advirtiendole de que primero tendría que hacer algo por ella como prueba de amor. Entonces Hércules le ofreció el saco de las manzanas de oro, pero ella lo rechazó. El regalo que ella quería era que trajera hasta el Atlántico el agua cálida del Mediterráneo. Hércules entonces puso un pie en cada extremo y haciendo un gran esfuerzo separó el continente africano del europeo, creando el estrecho de Gibraltar, donde se abrazan fundiéndose las aguas cálidas del mar mediterráneo con las frías corrientes del océano Atlántico.
De esta leyenda y de la bella Tinga deriva el nombre de la ciudad de Tánger, donde el mito afirma que Anteo habría sido sepultado en un túmulo de tierra antropomorfo. Y aún se cree que si se retira tierra de esa tumba comenzará a llover y no parará hasta que el agujero sea tapado.
Cuentan que Sertorio hizo abrir el sarcófago en el que se suponía que estaban los huesos de Anteo y, al encontrar huesos de un tamaño descomunal, ordenó horrorizado que volviesen a cubrirlo con tierra para siempre, y ofreció a Anteo sacrificios de héroe.