Nos adentramos entre los muros oscuros de este castillo normando en un día lluvioso y desapacible, como no podía ser menos en un Londres de principios de año.
Las nubes oscurecen aún más el complejo conocido como la Torre de Londres, compuesta por varios edificios de diferentes épocas. Sorteando murallas y voladizos nos encaminamos a nuestro objetivo: la Torre Blanca, el primero de los grandes baluartes de La Torre de Londres, levantado por Guillermo el Conquistador en 1078 con una pizca de magia: mezclando sangre de toro con el mortero para simbolizar la fuerza y el poder real que duraría para siempre.

No sabemos si es gracias a este acto mágico o a los seis cuervos que habitan en la Torre y cuya leyenda asegura que mientras permanezcan en la Torre, esta no caerá, y la monarquía continuará reinando en Inglaterra, pero lo cierto es que tras casi mil años este castillo normando ha permanecido en pie impregnándose, como no, de las presencias fantasmales de los ajusticiados entre sus muros a través de los siglos.

Porque si estos muros se levantaron con sangre de toro, también se han regado con sangre humana. Aquí han rodado cabezas y han volado cuchillos, se han secuestrado nobles y han desaparecido niños, como el joven rey de Inglaterra Eduardo V, de 12 años y su hermano Ricardo, duque de York de 9 años. Ambos eran hijos del rey Eduardo IV y herederos del trono de Inglaterra.
Con los menores bajo su mando, Ricardo hizo valer sus derechos al trono al pergeñar ciertos antecedentes que hacían suponer que los hijos del difunto rey eran bastardos, y los jóvenes fueron declarados hijos ilegítimos y carentes, por tanto, de derechos al trono. Después de esto nada más se sabe del destino de los jóvenes, ya que se prohibió a su madre Isabel visitarlos, al igual que a todos los que habían tenido tenían contacto con ellos hasta ese momento.
Cuando Ricardo III tomó el trono, los dos niños fueron llevados a las recámaras interiores de la Torre, y aunque alguna vez se les vio jugando cerca de la torre, sus presencias en el exterior se fueron espaciando cada vez más hasta el verano de 1483. Desde entonces, nunca más volvió a saber se nada de los jóvenes herederos.
Para el pueblo inglés, era seguro que los habían asesinado, y existían pocas dudas de que Ricardo estaba detrás de los asesinatos, lo que le valió la inmortalidad como el villano de Shakespeare en Ricardo IIII.
Y el tiempo, al cabo de los siglos, pareció darles la razón, porque en 1674, durante las reformas de la Torre Blanca, apareció un ataúd bajo las escaleras, un ataúd que contenía dos esqueletos de dos niños de misma edad que tenían los infantes desaparecidos. Las dudas, entonces, se disiparon, y el rey Carlos II ordeno que fuesen enterrados con la dignidad de príncipes en la Abadía de Westminster.

Sin embargo, parece ser que los pequeños nunca se han ido del todo de la Torre Blanca, ya que se los guardias de finales del siglo XV informaron de una experiencia aterradora al pasar por la torre, en la que divisaron las sombras de dos pequeños personajes que se deslizaban por las escaleras, aún con la ropa blanca que tenían la noche en que desaparecieron. Y afirmaron que permanecieron en silencio, de la mano, antes de desaparecer tras las piedras de la torre.
¡Que les corten la cabeza! Las damas decapitadas de la Torre Verde
Sin embargo, los espectros más turbulentos que se dice que acechan la Torre son los de la segunda y quinta esposa del Enrique VIII. Ana Bolena y Catalina Howard fueron encarceladas y decapitadas aquí por orden de su esposo el rey, a causa de supuestos adulterios.
Ana ha sido vista con la cabeza en la mano en numerosas ocasiones vagando alrededor de la torre, sobre todo el día de los aniversarios de su ejecución, a veces sola y en otras ocasiones al frente de una procesión de espectros, mientras que en la capilla de San Pedro se puede escuchar a Catalina gritando mientras suplica por su vida.

No solo en la Torre Blanca habitan los espíritus inquietos de los ajusticiados. Durante la Edad Media, la zona donde se encuentra la Green Tower (Torre Verde) fue utilizada como cementerio. Allí se ejecutaba a la realeza, mientras que el resto de traidores era ejecutados en Tower Hill, la colina justo al lado del edificio.
Y precisamente allí murió otra de las víctimas de Enrique VIII, la condesa de Salisbury, una enérgica mujer de setenta años que huyó de la torre durante su ejecución fallida en 1541 y fue atrapada en la Torre Verde. Su verdugo intentó decapitarla sin éxito con tres hachazos que la mantuvieron con vida durante más tiempo del deseado y la hicieron morir con sufrimientos atroces. Se dice que su espíritu se aparece cada año, el día del aniversario de su muerte, en la Torre Verde.
Abandonamos el recinto justo cuando desde unas nubes cenicientas comienza a caer una lluvia mansa y fina sobre los muros grises y los torreones oscuros, como si el cielo llorase en silencio por todas las almas desgraciadas que dejaron, por siempre, impresas sus huellas en las piedras.