La noche ha caído como una sombra negra sobre las calles de Córdoba, vigiladas por el enorme ojo ciclópeo de la luna llena. Nos acercamos al vetusto edificio que alberga la facultad de Derecho, intentando otear entre las sombras de las ventanas al inquietante fantasma femenino que tantas personas (alumnos, profesores, personal de mantenimiento) han asegurado contemplar.

Desde el exterior, nada se observa. Pero esta noche tenemos la suerte de poder adentrarnos tras sus muros, de recorrer en la oscuridad el claustro y los pasillos en los que, cuando el sol se oculta, ni siquiera los perros que acompañan a los vigilantes de seguridad quieren permanecer.
Lo que se cuenta de este edificio no solo eriza el pelo de los perros: sombras fantasmagóricas atravesando los pasillos, puertas que se abren solas, pasos invisibles, ruidos inexplicables… miedo en las aulas, en los pasillos, en los despachos.
Pero nosotros vamos en la mejor compañía. El escritor José Manuel Morales Gajete no sólo ha recopilado en sus libros todas los enigmas, misterios y casas encantadas de Córdoba, sino que las cuenta en vivo en sus rutas de Córdoba Misteriosa. Gracias a él podemos adentrarnos en el interior de uno de los edificios más encantados de España.

La historia viene de lejos, concretamente desde el siglo XVI, cuando un grupo los carmelitas descalzos construyeron el convento del Carmen. La paz conventual se trastocó a principios del siglo XIX, durante la guerra de la Independencia, cuando el ejército francés asaltó el edificio e hizo de él su cuartel, tras masacrar a los monjes que allí vivían.
Las desgracias que asolaron al edificio no habían hecho más que empezar, porque cuando terminó la guerra, una epidemia de peste obligó a utilizar el edificio como un improvisado hospital. Fue el principio de su historia sanitaria, porque, más tarde, el antiguo convento se convertiría en el hospital Real de san Antón, un siniestro lugar en el que nadie quería acabar y donde se atendían enfermos terminales de lepra, tuberculosis y otras afecciones mortales y contagiosas.
El siguiente destino, una vez concluida la época de las epidemias, fue reconvertirlo en hospital materno infantil, en una época (principios del siglo XX), en la que muchas mujeres y niños morían durante el parto o a los pocos días. En este tiempo, las propias pacientes ya hablaban de extrañas figuras que se vislumbraban por los pasillos.
Durante la guerra civil fue utilizado como hospital militar por los bandos, y a partir de los años ochenta del siglo XX la universidad decidió instalar en el recinto la facultad de derecho. Y a pesar de que continuó habiendo extrañas y esporádicas experiencias sobrenaturales, no fue hasta el año 1992 cuando se disparó la actividad paranormal en la facultad.

Todo comenzó, como suele ser habitual, con unas obras. Concretamente con los trabajos de remodelación del claustro, en el que los albañiles encontraron restos óseos, probablemente los de los frailes asesinados por el ejército francés en 1808.
A partir de entonces, este antiguo edificio se ha convertido en un hervidero de fenómenos extraños: muebles que se mueven solos, susurros fantasmales, luces que se encienden, sombras que caminan y hasta visiones espectrales.

Fantasmas de todas las épocas parecen convivir sin problemas: desde un profesor que murió de un ataque al corazón en una de las aulas hasta una pálida mujer con un camisón blanco ensangrentado. Entre los que se intuyen, los fantasmas de los frailes masacrados. Espacio tienen de sobra.
Y entre los vivos, la seguridad de que nadie quiere pasar la noche solo entre estas paredes, aunque cualquiera que haya recorrido los pasillos de la vetusta facultad a la luz de una linterna sabe que solo , lo que se dice solo, no va a estar nunca.