El castillo del Bosque Durmiente

Entre caníbales y necrofílicos

Sin duda, en este castillo caben todos los cuentos. Aunque estén deformados por el tiempo y por capas de almíbar y malas traducciones.
Y aunque de lejos parece construido con el material del que están hecho los sueños, basta acercarnos para comprobar que es real, y que nos encontramos en el castillo de Ussé, al borde del bosque de Chinon, en pleno Valle del Loira.

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Castillo de Ussé, en el valle del Loira

El insigne Charles Perrault, rescatador de los modernos cuentos de hadas, pasó aquí alguna temporada, y cuentan que sus muros fueron la inspiración para el castillo de su archiconocido cuento “La bella durmiente del bosque”. Un nombre, por cierto, mal traducido, porque en el original, “Château de la Belle au Bois Dormant”, el durmiente no es la Bella, sino el Bosque.
Sea como sea, lo cierto es que las referencias al cuento de hadas continúan vivas hoy entre sus muros, y si recorremos sus pasillos y salones descubriremos habitaciones que representan escenas de la conocida historia, como la del bautizo, la de la rueca y el pinchazo con huso, o el beso de amor que rompe la maldición.

Víktor Vasnetsov (1848-1926)La princesa durmiente (Спящая царевна,6​ 1900-1926)
Víktor Vasnetsov (1848-1926). La princesa durmiente

Todos conocemos la historia gracias a Disney, quien la plasmó en celuloide y grabó a fuego en muchas generaciones una versión si cabe más edulcorada que la de Perrault, omitiendo la última parte del cuento, cuando la princesa despierta y una vez casados, el príncipe vuelve a su reino y la Bella da a luz a dos niños: Una niña, a la que llaman Aurora, y un niño al que llaman Día.

El papel de la suegra también se omite en la película, porque la madre del príncipe es una ogra (literalmente), que aprovecha el momento en que su hijo, (ya coronado rey) abandona el reino por negocios para ordena al cocinero de palacio asesinar a la pequeña Aurora y aderezarla en un rico guiso para comérsela.

Pero el cocinero se apiada de la criatura y pide a su esposa que la esconda en casa, y en lugar de a la niña cocina un cordero, que la reina madre se zampa convencida de que está devorando a su propia nieta.

“Mis nietos están para comérselos”, debió pensar la ogra, porque al poco tiempo la suegra repite la misma orden con su nieto Día, y el cocinero vuelve a repetir el ardid: cocina un cordero y esconde al niño.

Lo mismo ocurre cuando la suegra decide zamparse a la nuera y pide al cocinero que mate a la Bella. Finalmente, todos acaban escondidos en casa del cocinero, pero quiere la mala suerte que un día en que la Ogra pasea cerca de la casa escucha la risa de los niños, y dándose cuenta de que ha sido engañada, ordena llenar una gran olla de serpientes, sapos, culebras y escorpiones, con el fin de meterlos a todos allí, incluidos al cocinero díscolo y a su esposa escondedora.

Pero justo entonces regresa el rey al palacio, y su madre, temiendo la cólera de su hijo, se lanza a la olla y es devorada por las alimañas.

Si os ha parecido “heavy” esta versión del cuento, os recomiendo que leáis la versión original, de Giambattista Basile, que se titula “Sol, Luna y Talía”. Allí descubriréis sorprendidos que, originariamente, el príncipe era un violador casado y necrófilo, y cómo a la princesa no la despierta del sueño eterno el beso de ningún príncipe, sino su propio bebé, fruto de la violación, quien succionando un dedo pensando que era un pecho, le extrae la astilla maldita.

Sea como sea, esta historia de violaciones, canibalismo, maldiciones y necrofilia también pudo pasar, por qué no, entre los muros del castillo de Ussé. Porque ya hemos dicho que está construido con el material del que están hechos los sueños. Y de sueños, nuestra princesa, sabía mucho.

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